lunes, 22 de junio de 2009

Arbiter Moris

Desde pequeño me ha gustado espiar, mirar, otear, indagar, buscar, seguir, hallar, encontrar, descubrir sólo para denunciar, para hacer castigar, para que el sorprendido sufra, enfrente el suplicio y escarmiente.
Desde pequeño me ha gustado seguir el rastro del pecado, oler las pistas del delito, saborear las sales de la mentira, contar los pasos del crimen y deleitarme ya con el gesto obnubilado, ya con el rostro perplejo del criminal.
Que ofrezca testimonio mi hermana, a la que después de un exhaustivo operativo le descubrí su horario de tres masturbaciones por semanas, ella que se decía santa menina. Supe con rigor matemático los días y las horas en los que lo hacía, cuantos dedos usaba, de qué foráneo objeto se valía, con qué fotos se inspiraba; hasta supe por qué, en el acto, sus brazos flacos lamía.
Que pase al paredón mi tío Felipe, que cuente con exactitud sus felonías, que diga si no le hallé dándole lengua a la vieja trémula de María.
Que pase ahora mi papá y que cuente su romance con el barbero; que diga si era la entrepierna, la tijera con que le pulían el trasero.
Si contara lo que sé, no habría libro que pudiera contener mi ciencia, tan empírica como metodológica. Si pudiera, añadiría lo de la vecina Ester que le tocaba las tetas a sus sirvientas, lo de Roberto, el paisa de la tienda de abarrotes, que canjeaba dulces con mi hermano a cambio de mamadas; también lo de la sacristana que se vestía de cura en las noches, lo del cura y sus soliloquios frente al espejo usando la ropa de su difunta madre, lo de los pajazos matutinos, vespertinos, y nocturnos del Peregrino visualizando a su Carmen de ubres santas. En fin, es mejor que no escriba, por que como a San Juan, ni me alcanzaría la tinta, ni tampoco el pergamino, mucho menos el opio para inspirarme tanto.
Como dije, desde pequeño me ha gustado espiar sólo por el morbo de hallar y delatar. Me deleita ver la cara del pecador, se me suben los niveles de anfetaminas y serotonina en mi cuerpo cuando encuentro al ladrón con su nuevo haber, al mentiroso desnudo ante la verdad, a la respetable señora con una verga ajena adentro, al corrupto sacando el as debajo de la manga, al guerrillero cargando droga e hipócritamente diciendo que no; cuando descubro el número telefónico del extorsionista por el identificador de llamadas y le devuelvo la llamada para extorsionarlo yo, me siento vivo, con propósito; me siento auditor, celador, prefecto de disciplina. Soy mejor moralista que Bernard Haring o cualquier protestante puritano. Me siento poderoso, mejor que los demás. Me siento el sacerdote ascético que tanto critica Nietzsche, soy el dedo ardiente de Torquemada, me siento Moisés con sus tablas y las demás que le siguieron, me siento como libro de Vallejo, que aunque critique lo anterior, entra en la misma categoría de la condena. Me hallo perdido en este mundo de lo bueno y de lo malo, de lo correcto y lo incorrecto, de lo permitido y lo prohibido. Brindo con la copa en alto cuando el que infringe no encuentra otra salida más que la estrecha puerta de la penitencia.
Fue un placer celestial, supra sensorial, indescriptible, y extático cuando a mi hermana le cortaron dos dedos como a la protagonista de la película El Piano, por andar de alborotada; cuando el esposo de la vieja trémula de María dejó inconsciente al tío Felipe con una palizada; cuando a mi papá le colgaron por los siglos de los siglos una letra M escarlata, como la del libro y la película, que alertaba a todos de la presencia de un marica; cuando a la vecina Ester la demandaron sus sirvientas por acoso sexual; cuando a mi hermano le dio gonorrea y herpes en la garganta por andar bebiendo de fuentes prohibidas, cuando Pilar después de ráfagas de golpes regresó a su aldea lejana y olvidada, cuando el cura Fidel murió sin saber lo que fue un enema, un examen de próstata o una escarbada en la poza séptica y finalmente, cuando al Peregrino lo sacaron de esa habitación sin pena ni gloria, tan sólo con una simple idea de la desnudez femenina. Cómo celebro, y qué feliz me siento al pensar, que gracias a mí, el crimen no encuentra vividero.
Ya no soy pequeño, soy adulto; sé lo que soy y lo que quiero hacer. Sólo no sé cómo hacerlo: quizá como abogado o como juez, como cura o como celador, como policía o como maestro, como filósofo o como guerrillero, como periodista o como presidente, como gran hermano o como tesorero. No me importa lo que me llamen, siempre haré lo manifiesto: cuidar del alma errada, aunque inútil sea hacerlo.

miércoles, 3 de junio de 2009

Constanza o El Orgullo de Tener Tetas

Esa es Constanza, la negra de mejores caderas, la de piel de brea, y brillantez de ébano. Constanza fue premiada por natura, con tres pezones fue coronada, con mas placer fue laureada. Cuando se excita o hace frío, tiene mas formas de decirlo, no se erectan sus dos pezones, se erectan su tres. Que afortunada esa negra de mierda! Si pariese trillizos, a todos podría alimentar a la vez, pues con ese trío de dedales, toda sed podrá complacer.

Constanza, la de las tres terminaciones lácteas, mal le saldría si aumentar el pecho quisiera, que no le cobrarían por dos, sino por otra que mal tuviera. A Constanza no le consta que haya sido un don. Tampoco le asustan que la llamen anormal, que no ha nacido el primer “freak” que no se haya valido de su rareza, sean tres ojos, o dos ortos, sean cuatro brazos, o tres tetas.

Constanza al circo no quiere ir, ni en película de Almodóvar salir. Constanza repudia el morbo del que mira de modo absorto. Constanza, la negra de las tres tetas, que si las tuviera, tres bocas necesitara, pero no me alcanza esta bemba solitaria para su trío de uvitas pasas. Constanza, perdona mi limitación, negra bendita por la mano del creador. Dame trabajar por turnos en tu pecho celebrado, que a lo ternero huérfano, succione de placer. Si te pusieras un piercing, ¿a cual de ellos lo prenderías? Dime al menos uno, para evitarlo con mi lengua loca. Constanza, mi negra brea, de fulgor en piel y melaza en pena. No te como porque me empalagas, no te bebo porque me ahogas, no te mamo porque me confundo, no te beso porque me excitas, no Constanza, ya no te tomo, ni en pequeñas dosis te tomaría, que aunque no sea raro, de normal ya nada tiene, aunque si esperas un poquillo, de tres copas harán brasieres. Que Dios derrame el don que tienes a las madres olvidadas, a las matronas dolorosas de las villas polvorientas, aquellas que en vez de rosas, el escarnio las contenta. Que nazcan con tres tetas las paupérrimas holgazanas del destino que les niega ocupación. Que en vez de tetas, les llamen ubres, que en vez de uno se le peguen tres y que los infelices que ellas paren tengan opíparo banquete, que lo blanco se vuelva sangre hasta harto succionar, que la ambición los corroa y les extraigan hasta pus. Constanza, madre tierra, cuantos tristes ya has parido, que de tanta tetamenta, solo queda un escurrido. Ponte implantes de acrílico, vuélvete falsa pobre negra, haznos creer que sigues igual y que mas leche queda. ¿Que te hicimos Constanza? Todos los que te estropeamos ese útero, todos los que te hicimos gritar en parto te partimos de dolor. Déjanos tu legado, el de la madre que más mamaron, no el de la feminista flaca, velluda, de lentes, intelectual, con mochila cruzada, y ademanes de culta, de protestas liberales y miedo tonto al compromiso. No Constanza, que queremos recordarte gorda, de vagina rota y corazón igual, de mirada caliente como leona en celo, de pasión desbordada como si algo amaras. No te quiero ver cosida allá abajo para parecer virgen, no te quiero de vientre plano negando tu vejez, no te quiero sin arrugas, seria obviar tu historia, con canas te veras mejor. Muéstrame con orgullo que no te abriste de patas solo para follar, que con orgullo responsable las abriste más para parir. Que ningún gancho destruyo tu cría, ni vientos succionadores de mil caballos de fuerza, que ninguna píldora afecto a los que con tanto gusto hiciste y que con tanto valor llevaste, por los que lagrimas derramaste, y a los que siempre recordaras por las noches cuando te veas en el espejo y sientas la morbidez de tres tetas yertas. Insulta a Simone, vitupera a Chela Sandoval, escupe en la cara a la Wollstonecraft si de ti se burlase, que no hay mas liberación que la de saberse desencadenada en el lecho sudando de placer, en la camilla sudando de dolor, o con la teta afuera dando de beber.