lunes, 24 de agosto de 2009

Diario Nocturno


“…Y cuando el fuego de tu estancia los muebles dora, los dos nos miramos y sonreímos, mientras que el viento afuera, suspira y llora.”
Así decía el poeta, mi querida Marta. Así decía ese sádico de burdos papeles y tinta de sangre. Todo lo decía como yo lo sentía, pero a la inversa. El fuego de tu estancia que un día te dio lumbre, ya era traqueteo de ramitas agonizantes, brasas en pena, y ceniza que se dibuja en mi frente en forma de cruz para recordarme que polvo soy, y en polvo me convertiré. Tu mirada ya es esquiva para mi, pues no hay comparación entre la beatifica visión de la que gozas, con estos ojos verdes y llorosos, fatigados y tenues. ¿El viento? El viento ya no suspira, no llora. El viento es sádico como este verso que recito. El viento ahora se burla, se caga de risa. Un día cuando silbaba con más intensidad, hasta se orinó un poquito, no te miento, yo lo sentí. Maldito viento. Cuando hace calor, no sopla, se queda a la distancia meneando los cañizares para que yo me saboree. Cuando construyo ese castillo de naipes que tanto te gustaba, sopla el puñetero con brío y sin brida.
Así es, mi querida Marta, así están las cosas por aquí. “…Cuando el fuego de tu estancia en un instante se evapora, los dos nos perdemos y lloramos, mientras que el viento afuera, festeja y goza.”