lunes, 25 de enero de 2010

Periódico de Ayer


Ya no me llamo Xavier, from now on, Ego sum, I am, Je suis, Io sono, Eu sou, Yo soy: Ana Crónica de Ayer, esposa del pasado, sobrina de Eusebio y, de algún modo, pariente lejana de Flavio Josefo. Soy, como decía Borges, alguien para quien el presente es apenas un indefinido rumor.
Hace dos semanas me enteré en New York que Sandro de América murió, y que su muerte, paralizó al continente. Ayer, me habló mi hermana para contarme que un haitiano que conduce buses en Barranquilla, Colombia se enteró del terremoto una semana después cuando una reportera le preguntó que cómo se sentía por lo sucedido. Ayer, por fin compré mis primeras aplicaciones para mi i phone con mi “nueva” cuenta de i tunes. El mundo corre tan rápidamente, que por estar leyendo el ayer, no puedo alcanzarlo. El mundo es tan raudo como un lince y voraz como lo es la melancolía (a saudade do brasileiro). El mundo corre y no intento alcanzarlo, porque cuando camino lento, lo aprecio mejor, lo saboreo mejor, lo digiero mejor y no me causa estreñimiento.
Me gusta arrastrar los pies, respirar y sentir la agitación en mi sangre, no por el afán, sino por contemplar la belleza. Me gusta a veces olvidarme de Nietzsche, de Vallejo, de Hollywood y de Schopenhauer. Me gusta a veces mirar a través del lente de la simplicidad y creer que soy como el Dios de Agustín: un eterno presente. Me gusta a veces leer a los otros, oír sus voces sin editar lo que dicen, vivir los mundos que inventan y creer que somos uno. Uno, como lo decía ese ciego de mar y plata, ese mismo a quien pienso arrebatar su bastón blanco, hacerle que tome mi brazo y obligarle que vea por mis ojos para saber si así podré recordar mejor el ayer. Ya sin mas, yaceré en la paz de mi aposento musitando a los clásicos hasta que Lavoe me despierte gritando: “tu amor es un periódico de ayer.”

lunes, 11 de enero de 2010

Doggie Style

Brasilia (AP). Un avión de la Fuerza Aérea Brasileña que transportaba al presidente Luiz Inacio Lula da Silva no pudo aterrizar el pasado martes en un pequeño aeropuerto del estado central de Mato Grosso. El piloto, quien solicitó el descenso varias veces, comentó que la razón dada por los operadores de la torre de control fue la presencia de tres perros que dormían en medio de la pista. Ja, ja, ja, ja, ja.

Quien me diera esa dicha, señores: dormirme en una pista de aterrizaje a tomar la siesta sin importar que hijo de puta quiera tocar tierra. Quien me diera tal publicidad. Que me anunciara la Associated Press, Reuters, o CNN, que contaran mi osadía, mi petulancia, mi falta de sentido común. Dormirme en la pista de aviones a tomar mi siesta después de haber comido mierda en el almuerzo. Que hablen los comentaristas de noticias de mi narcisismo, que me pongan en el diván y especulen sobre mis carencias, sobre mis puestas en escena en el baño de niño, desnudo, con la toalla en la cabeza, con el cepillo de dientes en la mano y queriendo ser Diana Ross. Quien me diera dormir desapercibido del mundo y sus afanes, de sus locuras y sus pesares, de su frío y su calor, de su exceso o su moral. Quien me diera ladrar a la luna de contento, mover la cola, mearme en la entrada a la iglesia, o cagarme en el jardín de la gran señora. Quien me diera poder dar amor por hueso o por croqueta sin pensar en matrimonio o en cantaletas. Quien me diera ser libre, libre como el viento, aunque sea periodista en Cuba, secuestrado en el Caguán, o mujer en El Sudan. ¡Libre! sin tener que pelear por ello, sin tener que gritar: “Aux armes, citoyens. Formez vos bataillons, marchons, marchons qu’un sang impur abreuve nos sillons.” ¡Libre! aunque piense otra cosa, aunque no siga las convenciones del mundo y sus ovaciones. ¡Libre! como un perro cabrón que invita a dos amigos a echarse una siesta en plena pista de aterrizaje adonde va a llegar el señor Presidente. (Lo que no sabían los operarios del aeropuerto, ni el presidente Lula, ni la guardia brasileña, fue que dos días antes, el perro, al enterarse que venia su excelencia, hizo una apuesta con sus dos amigos a ver quien se atrevía a tal hazaña. El premio: follarse a la French poodle de la hija del alcalde.)

sábado, 2 de enero de 2010

Dia Trece de Maio

Mi madre tiene tres cicatrices: una en el pecho, otra en el vientre, y una en el alma que se rehúsa a cerrar. Ayer, cuando escuchaba a Caetano cantar: “dia trece de maio em Santo Amaro, na praga de mercado, os pretos celebravam...” imaginaba a mi madre sudorosa y agitada. La imaginaba mostrando sus tres cicatrices con orgullo, al son de los tambores. La del pecho, por una cirugía de corazón que tuvo, donde le extrajeron una canción melancólica del ventrículo izquierdo; la del vientre, por su último parto por cesárea; y la del alma, por saberse sola después de haber parido a muchos y ayudado a tantos.
Os pretos celebravam decia Caetano, Madre mía. Os pretos celebravam y tú lloras. Cómo quisiera que desempolvaras tus polleras ensangrentadas y pisaras la pista como valiente en campo de batalla. Cómo quisiera que mostraras con orgullo tus dos cicatrices y cerraras por fin aquélla que se rehúsa a hacerlo. Imita al perro que se lame sus propias llagas, imita al gorrión que se lamenta pero sigue volando, imita al Peregrino que se va pero siempre regresa, imita a La Heroica que muere de hambre pero no entrega su gloria. Mira al cielo, hay un destello lapislázuli que se convierte en mar. Mira al mar, hay una corriente de celofán que se estrella en un tumulto aislado de tierras en forma de rosario. Reza ese rosario conmigo, sumérgete en las aguas del Caribe, mira sus peces, enrédate en sus algas, pisa en sus corales, canta un verso como los que declamabas en la cocina. Aparécete a mí, Stella Matutina, Ianua Caeli, Porta Gratiae, a mí revélate, humilde pastorcillo como soy. Dime Pachamama lo que sientes y yo te diré lo que siento. Llora frente a mí y contaré tus lagrimas, lanza un grito desesperado, moribundo, y locuaz para que se despierte en mí el genio de la compasión y celebre junto a ti, este trece de mayo, en esta plaza, junto a os pretos que celebran el caer de sus cadenas, el cerrar de sus heridas.