domingo, 29 de marzo de 2009

Guadalajara

Ruido de voces condenadas, olores de tierra que quiere ser desierto, corrientes de carne y hueso, maquinas más rápidas que las corrientes, amalgama de piedra y agua, nostalgia de un pasado glorioso, orgullo por un futuro con más gloria, huerta fértil a la semilla del levita, rostro pobre, indio, rico y mestizo, polis con cara de aldea: he aquí Guadalajara.
Sabor de un guiso rojo como la sangre, cerros sin ambición, del color de la tortilla; cadencia de pasos al son de la cuerda: he aquí Guadalajara.
El horizonte se ve huidizo, las torres lo irrumpen sin respeto alguno, el bochorno viola la frescura: he aquí Guadalajara.
El polvo viaja con la brisa sin pagar pasaje, la alegría se ofrece sin esperar propina, el mendigo apuñala con la ternura, la puta comercia con diez minutos de agitación, el domador de máquinas practica política, Domus Dei con ansias de cielo. El joto injusto encuentra su manada, el encantador de serpientes toca su instrumento, el mercader obliga la compra, el consumidor que se rehúsa y como en un mole de gente toda, he aquí Guadalajara.

jueves, 19 de marzo de 2009

¡Lo que pasa PORNO verlo! Parte II.

Ya me hice madre mía, culto como tú querías. Ya no hojeo las revistas, que un día te turbaban. Las chicas de marzo, abril, y mayo ya lucen gordas y obsoletas. Ahora leo literatura, leo a Márquez, a Borges, a Wilde, y a Neruda. A veces me tropiezo con Fuentes y soy un lobo estepario como Hesse. Dejé de ir al cine y ahora me entretengo jugando la Rayuela. Sueño con Virginia Woolf, pero a veces me despierto con pesadillas creyendo que leo las segundas partes de la Poética de Aristóteles y el Ser y el Tiempo de Heidegger. Cuando educo me siento Gabriela Mistral o la Señora Godoy, como prefieras. Pesco en el Orinoco de Rómulo Gallegos, viajo al infierno de Dante, y peleo en las guerrillas con Gioconda Belli. Como verás, madrecita, ya te hago más contenta. Dejé mis antiguas andanzas y reinsertado en la vida, sin mácula, vengo pulcro ante ti. Bien peinado y sin arrugas, con perfume y cortas uñas. Sin embargo, madre bella, algo extraño ayer pasó. Tome un viejo libro que tu ídolo García Márquez escribió, después de leer estas líneas que cito, el hombre viejo apareció:

“enjugaba con pan mis primeras salsas de adolescente, me metía las cosas por allá antes de comérselas, me las daba a comer, me metía los cabos de espárragos para comérselos marinados con la salmuera de mis humores íntimos”.

Madre bella, no es mi culpa, te lo digo. Yo seguí tu ejemplo de leer al nobel sin cuestión. Yo leía y más leía y algo duro había en mi pantalón. Fue lo mismo que de antaño yo sentía en mis aposentos antes de que me sorprendieras con las páginas malditas de aquella onerosa impresión.

Pero de algo me ha servido seguir tu ejemplo. Aunque leer a Gabo me excita, en mí ha nacido un hervor social, por las putas olvidadas que algún día objetivase en las faenas oscuras de mi cuarto por las tardes. Ahora leo, pienso, vuelvo y leo y concluyo que no es puta la que se hace por el orgullo de dar culo, sino la que, hambrienta, se despliega por el centavo del montuno. Mira madrecita, lo que dice de ellas tu fantástico escritor, que toca mi alma en pena y descubre mi rubor:

“Pero yo encuentro que es demasiada vaina tanto plátano maduro en la cosiánfira y tanta malanga sancochada en el fundillo por los cuatro tísicos pesos que nos quedan después de descontarnos el impuesto de sanidad y la comisión del sargento, qué carajo, no es justo desperdiciar tanta comida por debajo si una no tiene ni qué comer por arriba.”

Lo que pasa ¡PORNO verlo! Parte I.

Matrona rencorosa que la virtud empaña,
no me quites de la mano lo que por natura amaña.

Madre mía de cercas cerradas, de mirada obtusa, e ideas estrechas, la muchacha de la foto no es mala, es tan sólo una puta con curvas, que abre patas y le toman fotos.

No me quemes la revista que exalta a la mujer en celo, no seas misógina, madre mía, sé solidaria con tu raza sufriente; la que un día fue cosa y no pudo votar, la que un día mal pagaron en el empleo donde más trabajó.

Ten piedad, madrecita, de esta pobre puta de papel, que sólo me refresca el alma hambrienta de placer.

La compre en el quiosco y le pagué a un borracho, que por más que la quería, no me hice el macho. Si lo que quieres es que no vea tal cosa, ya conseguiré algo diferente que me pare la cosa.

He luchado, he sufrido, y he llorado y aunque yo no quiera aún sigue parado. Quieres que me haga culto y deje esas porquerías, pues dame madre mía, el secreto de la castidad y que aleje de mi alma ya la escoria y la maldad.

miércoles, 18 de marzo de 2009

De auditorías y otras incumbencias

Martillos y clavos, cincel y cemento, columnas y perforaciones, ¿qué otro lenguaje referente a las construcciones se me puede ocurrir que no haya alguna vez utilizado en el libidinoso mundo de mis metáforas erotizadas? ¿Qué concepto técnico de ingeniería podré usar para describir mejor el ángulo de un muro, la elevación de una casa o el perímetro de un edificio? Mi lenguaje es básico en ingeniería, mejor dicho, de construcción no se un soberano culo. El único culo que soberanamente conozco cuando hablo de construcciones es el mío, que por inercia, se siente atraído por la prole que labora en ellas. ¡Bendito clima de primavera! Que dispersa el frío con tiernos rayos de sol vueltos infierno al tiempo del cenit. Sol solecito que calienta un poquito... y vuelve loquito mi culito, hoy y mañana, y toda la semana. Bendito sol que calentó este miércoles e hizo la mano obrera despojarse de sus camisas y mostrar al mundo torsos sudorosos, anatomías forjadas, tapiz de vellos. Sol solecito que me hizo por un momento perito del arte de la arena y el cemento, que me hizo salir de mi madriguera para contemplar un olimpo paradisiaco como el Hudson de Whitman. Sol solecito que me hizo hacer preguntas sin sentido con aire de erudición: ¿es posible poner ese poste en este hueco?, ¿Cuántos martillazos son suficientes para que esta pared se venga abajo? Si abrimos esa puerta más, ¿cree usted que quepa mejor? En fin, esas criaturas de trigo se preguntarán qué me hace tan trivial y estúpido. Pero ninguno tuvo la suficiente educación para descifrar mi propia versión del lenguaje Morse (o morbe: de morboso). Creo que mis figuras fueron demasiado abstractas o ellos demasiado correctos para entender mi propuesta subliminal ¡Qué mierda! Al fin y al cabo esto del arte y el lenguaje es sólo la expresión de un autismo en el que apenas el que emite sabe lo que quiere decir. Pero no se preocupen señores de hierro, sigan no-entendiéndome, que yo seguiré visitando, y cuando diga cualquier trivialidad sólo yo sentiré el agite de mi alma trémula y alborotada.

(La foto de flickr.com. Construcción en Bogotá).

lunes, 9 de marzo de 2009

La Deseable Indeseable

(La foto de www.flickr.com)
Ella se cree virgen la muy puta. Con arandelas sevillanas y filigrana momposina pretende que le griten: «¡guapa!», los hombres, en concurrida procesión.
Con atavío de ramera sale a la calle y no le basta el andén.
Cree que es de alcurnia por su apego a la pecunia y no respeta ni el frente de la curia.
¡Qué putita!
Ni el colegio de las monjas, ni la clase de moral, ni las reprimendas que le daban, nada de eso le sirvió.
Cuando nació se vio inocente, pero no era más que lo que llaman los expertos «putilla en capullo», esperanza del gremio de las meretrices que aseguraban así, una vez mas, su eternización en la historia.
¿Adónde vas? ¿Dónde levantaras tus faldas hoy? ¿Adónde he de ir a presenciar tan bajo espectáculo?
Cual ganado en feria, cual chirimoya en el mercado, cual pescado salado: así te ofreces al mejor postor. Ojalá uno de estos días reunieras el dinero suficiente para comprarte a ti misma y encontrar, en la soledad de tu cueva, lo que significa ser puta para sí.

Del Magdalena al Mississippi, de Gabo a Faulkner, de Macondo a Yoknapatawpha, del vallenato al jazz.

La melancolía de amores no conocidos y el placer de asirlos por un momento llegan a mi mente cuando suena el bohemio desorden de una pieza de jazz.
Ya me pinto en un pequeño bar de la mítica Louisiana con obreros cansados de la jornada que, entre licor y amores, buscan sosegar sus almas insatisfechas.
Ya imagino la puta publica que, como dice aquel viejo vallenato, cuando comienza la noche, comienza su día; que vende puñados de amores para ganar el pan, haciendo centavos de una sociedad que la corrompe y luego la margina.
-Muchacha autómata del vicio ¿para donde vas?
Pero no es el monótono rasgueo y la triste línea poética de un vallenato los que hoy me inspiran. Es el estridente e indescifrable grito de un jazz que me hace soñar un pequeño sueño y que rebautiza al Macondo de mi infancia y lo llama Yoknapatawpha.
Esta mañana, mientras me bañaba, hice sonar un compacto con cantos que Louis Armstrong grabó con Ella Fitzgerald cuando la idea del compacto no aparecía aún en la imaginativa de la industria musical. El primero de la lista: «Dream a little dream of me».
Stars shining bright above you Night breezes seem to whisper: I love you Birds singing in the sycamore trees Dream a little dream of me. (Las estrellas brillan encima de ti. Las brisas nocturnas parecen susurrar: te amo. Los pájaros cantan en los sicómoros. Sueña un sueño conmigo).
¿Que habría hecho a Gus Kahn en 1931, diez años antes de su muerte componer tan bellas letras? ¿Qué le hizo a un inmigrante alemán imaginar la onírica armonía de esta pieza maestra? Mejor aún, ¿cómo imaginar que de la mano de un ario hayan salido palabras solemnemente inmortalizadas por la decadente voz de un trompetista negro y el sensual susurro de una diva de ébano? Sin duda fue un sueño lo que hizo a Kahn describir tal escena de amor; sin duda fue el mismo órgano imaginativo de los humanos el que hizo a Armstrong y a Ella entonarla como con un puñal en el corazón y temblor de cuerdas, de esos mismos de los que habla García Lorca en su Cante Jondo. Sin duda, es esa misma musa la que me hace inútil y me distrae de mis quehaceres haciéndome escribir prosa barata y robarle tiempo al tiempo. Es esa misma musa de la inutilidad que nos hace soñadores y títeres del arte, al menos a Gus, a Louis, y a Ella, porque a mí me hace escarnio, me hace vergüenza publica, me gana el repudio de los que amo, de Sir Wilde, de Mr. Whitman, de Monsieur Proust, del Sr. D. Gómez Jattin, y de cientos otros a los que sueño superar algún día (que quede claro: sólo sueño).